3.1 Parte 2




En eso entró un caballero, de capa negra y rulos largos. Llevaba un bastón de madera negra con mango de oro. Se sentó a una mesa y levantó la vista para pedir algo de tomar. Tenía los ojos negros más tristes que Mistófelis hubiera visto jamás.

bar

De inmediato se acercó a tomarle el pedido Monsieur Defarge, que era un hombre robusto, de pelos revueltos y camisa blanca arremangada hasta los codos. Madamme Defarge miraba fijamente al recién llegado, pero no dejaba de tejer ni por un minuto.

-¿Ves Mistófelis? Madamme Defarge está identificando a ese cliente. ¿Qué?- Preguntó Mistófelis que no entendía qué estaba pasando. -Ella hace de cuenta que teje, pero en realidad está escribiendo en clave la descripción de cada persona que entra al bar. Eso que tiene ahí parece una bufanda pero en realidad es la descripción de todos los clientes. -¡Guau! Digo ¡Miau! Y ¿Para qué hace todo eso? Debe ser muy aburrido. -Mi querida amiga… éste es un bar de espías y los Defarge están planeando una revolución.

-¿Una revolución?- Maulló Mistófelis y abrió los ojos como dos platos amarillos.-¡Entonces huyamos! -Ni lo pienses. Estamos aquí para ayudar a Papillón. -¿Papillón? ¿Y ese quién es? -¡Oh! Papillón, es el perrito de María Antonieta, la reina de Francia.

Mistófelis, según tenemos entendido los gatos de Francia, la reina y su familia están en grave peligro y parece que su perrito Papillón no se salvará si no recibe nuestra ayuda. -¡Guau, digo miau! ¡Qué lio! Nunca pensé que iba a salvar a un perrito… pero… ¡Gatos de Francia, cuenten conmigo!