4.1 Parte 2



Mistófelis no podía perder más tiempo, tenía que seguir los pasos de Leonardo para ayudarlo con el misterio y salió a la calle.

-¡Guau! Digo ¡Miau! Esto debe ser Florencia… Las calles eran empedradas y angostas y las casas altas y de paredes amarillas. Los techos de teja roja casi no dejaban pasar el sol. De un salto, Mistófelis se subió a un tejado y empezó a correr a toda velocidad hasta el final de la calle. Pegó un salto más y aterrizó en una plaza llena de estatuas.

Pintura

-Esto parece un museo, ¿Para dónde tendré que ir? Bueno, yo me pongo ahí en esa estatua del hombre gigante, parece como la más importante…

Mistófelis estaba perdida, así que usó su viejo truco de enamoramiento instantáneo de transeúntes. Ni bien se acercó un muchacho con boina, delantal y muchísimos pinceles bajo el brazo, se tiró al piso y empezó a maullar.

-Botellitaaaa, Botellitaaaaaa… -¡Qué gatita preciosa! –dijo Francesco y se agachó para escuchar lo que decía. -Botellitaaaa… Botellitaaaaaa… -Ah, vos debés ser la gatita de maese Botticelli, bueno, seguime, yo voy para allá.

Francesco le hizo una caricia en la cabeza y salieron los dos caminando rumbo al taller del gran Sandro Boticelli (que en italiano quiere decir algo así como botellita). Atravesaron la plaza de la Signoría, donde estaban las estatuas, y cruzaron el río Arno por el Ponte Vecchio. De pronto al bajar del puente, giraron a la izquierda y ahí estaban los alumnos de Boticelli.

Mistófelis se pegó a la pared y agazapada como la buena gata que era se metió al taller sin que nadie la viera. Allí en el fondo del local estaba la majestuosa Venus, en medio del agua saliendo de una ostra enorme. Mistófelis dio una vuelta alrededor del cuadro, para ver si Leonardo estaba por ahí, pero nada, no había ni rastros de su amigo.

-Bueno, así que éste es el cuadro que pintaste para los Medici… Mistófelis se quedó dura, y despacito se agazapó detrás del cuadro y paró las orejas, tal vez estos hombres dijeran algo interesante. -Sí, mi querido Maquiavelo, casi todos trabajamos para los Medici acá en Florencia…ellos aman las obras de arte, casi todos los artistas estamos aquí por eso. Cada cuadro que se pinta, ellos se lo quedan. -Mmmm, -pensó Mistófelis- se quedan con todos los cuadros…tal vez tengan la Mona Lisa…creo que voy a tener que visitar a estos Médici… Y sin hacer ni un ruidito salió del taller en puntitas de pie.