5.1 Parte 2


Y sin decir ni una palabra más dio una vuelta alrededor de sus compañeros y tomó la delantera. La noche estaba oscura y los gatos negros eran casi invisibles, sólo algunos rayos plateados de la luna se reflejaban en el brillo de su pelaje. Mistófelis sentía que el corazón se le salía del pecho. ¡Estos gatos iban a subir a un tren, si iba con ellos, tal vez sufriera un accidente, pero si los dejaba ir… ya nunca llegaría a Washington! Caminaron un rato largo, la banda de gatos negros se desplazaba como una sombra en los campos de algodón. De vez en cuando Barack se daba vuelta y sus ojazos amarillos brillaban como llamas de fuego. Mistófelis los seguía de cerca, con la panza contra el piso y escondiéndose detrás de cada planta que aparecía.


esclavos2


Al cabo de un rato, se vieron las vías de un tren iluminadas por la luna. -Mmmmm, mis muchachos –susurró Barack y todos los gatos negros lo miraron expectantes. -El tren pasará en unos minutos… en cuanto escuchemos las vibraciones de la tierra…nos agazapamos y cuando doy la voz de “ya” saltamos todos juntos dentro del primer vagón. ¡Ah, Mistófelis! El cuervo me dejó esto para vos.- Y extendiendo la pata le dio un rollito de papel medio amarillento que Mistófelis tomó como sin prestarle atención.

-Pero… si no saltamos justo… -murmuró Mistófelis con miedo. -Entonces… -contestó Barack- Moriremos bajo las ruedas del tren. Por supuesto, Mistófelis miraba desde abajo, el corazón le latía como un tambor y tenía los ojos como dos platos playos.


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-Ya está temblando la tierra. –Dijo Mistófelis, y sin saber si Barack había dado la orden o no, pegó un salto y aterrizó sobre la locomotora del tren más largo que hubiera visto en su vida. -¡Ahhhh! ¡Amigos! ¿Qué pasóoooo? Mistófelis estaba agarrada con uñas y dientes a la locomotora humeante del tren a Washington, pero los gatos negros ¡No habían llegado a saltar! Así que estsaba solita y sola rumbo a lo desconocido.

De pronto, la puerta de la locomotora se abrió y apareció un maquinista gordo y negro de carbón. -¡Gato! – Gritó. -¿Qué hacés ahí?¡Te vas a matar! Y sin perder tiempo le tiró una soga.

-¡Miauuuuu! ¡Rrrauuuuuu! ¡Grrrrrrrr! ¡Aghhrrrrr! El maquinista tiró y Mistófelis voló por los aires hasta que aterrizó en los brazos gordos del maquinista. -Miauuuuuu… -dijo tímidamente mientras el maquinista la apoyaba suavemente en el piso de la locomotora.

Mistófelis tenía que conquistarlo, así que lo miró con ojitos de “yo no fui” y se puso panza arriba, que es el truco que nunca falla. -Ja, ja, ja… -Se rió el hombre.- Estos gatos… son increíbles.. así que esta vez tengo compañía hasta Washington… bueno, ponete cómoda que allá vamos.


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