5.1 Parte 2


“Hay, ¡qué gatita tan preciosa!” dijo un hombre que llevaba un turbante marrón en la cabeza, barba larga y ensortijada y una túnica gris que le cubría todo el cuerpo hasta los pies. -Sopatrus, Sopatrus. -Maulló Mistófelis que no tenía ganas de entablar una amistad. -¿Sopatrus? -Preguntó el viejo mercader algo asombrado porque era raro que una gatita maullara ese nombre.- Mi viejo amigo Sopatrus, debe ser el mercader más hábil de Constantinopla, a él sí que no se le escapa ni un comprador, todos terminan comprándole hasta lo que no quería comprar.-Hizo una pausa, se frotó la barba y continuó. Creo que hoy está en el Augusteo. Los nombres ya eran bastante difíciles y ahora este venía con esto de Augusteo…Mistófelis perdió la paciencia y empezó a maullar como loca. –Sopatrus,Sopatrus, Sopatrus. -Bueno, bueno. -Dijo el mercader-, Augusteo es el otro mercado, pero no te angusties, yo voy para allá, seguime y no te perderás. Así que Mistófelis se secó las lágrimas de cocodrilo, quiero decir de gato y con cara de pocos amigos se puso a caminar justo detrás de los pasos del viejo mercader. Las calles eran estrechas, lo que impedía el paso de la luz, las casas altísimas, y los balcones casi se tocaban. Unas mujeres sentadas en los balcones hilaban y miraban a la gente pasar entre la ropa tendida que se agitaba al compás de la brisa. Por lo demás, todo estaba quieto, adormecido en la quietud del amanecer. Las tiendas acababan de abrir cuando llegaron al mercado Augusteo.