3.2 Parte 3


      Mistófelis caminaba sobre aquellas alfombras como si estuviera suspendida en el aire, en realidad estaba un poco mareada por los colores y los aromas, hasta que llegó a una habitación super luminosa, con ventanales enormes desde donde se veían los jardines. Todo el piso estaba lleno de almohadones y Mistófelis no sabía si tenía que pisarlos o no asó que iba zigzagueante esquivando todos los obstáculos. -Aquí nos quedamos. -Dijo Eutropio- La señora vendrá en unos minutos. Espero que recuerdes todos los pasos del protocolo. Mistófelis, que por supuesto no se acordaba de nada lo miró seria y sacudió la cabecito con un “sí” rotundo. De pronto entró en la sala una mujer envuelta en sedas color rojo. Los velos que la cubrían de cabeza a pies eran tan delgados que volaban como alas de mariposa al viento. Su cuello era largo y lo llevaba bien estirado y su mirada se mantenía alta, como si nunca hubiera necesidad de mirar el piso. Caminaba con pasos largos y decididos. Teodora se movía erguida y orgullosa como una verdadera emperatriz. Mistófelis sabía que debía hacer algunas cosas que le había dicho el eunuco pero sólo se le ocurrió decir “Mimiauuuu” -Así que vos sos la famosa Mistófelis. -Dijo Teodora con una voz tan suave como la seda que la envolvía.- Tengo una misión para vos que cambiará la historia. Necesito que seas mi espía.