6.1 Parte 2


Los tres espías se miraron, suspiraron y salieron de Santa Sofía con el mapa bajo el brazo, el sol a sus espaldas y el corazón latiendo fuerte dentro del pecho.

Antes de abandonar la ciudad Sopatrus propuso pasar por el mercado Augusteo y comprar algo de pan y unas cantimploras con agua, porque lo primero que debían atravesar era el desierto. Ni bien se hicieron con estos víveres el trío atravesó las angostas callejuelas de Constantinopla. Al cabo de algunas horas de caminata, ya estaban en pleno desierto. Las arenas se arremolinaban delante de nuestros amigos como juguetes del viento y era cada vez más difícil abrir los ojos para ver el camino. A medida que se hacía más y más de noche el cielo se ponía más y más azul y las estrellas brillaban como Mistófelis nunca las había visto. Tanta belleza contrastaba con el aire helado de la noche del desierto. -Nnnooo ppuueeddoo ccamminnar mmasss.-Tiritó Mistófelis. -Sí, ya es hora de que nos tomemos un descanso. -Contestó Teodoreto. -Ppeerroo nnooss vvammoss a cconggelarrrrr. -Insistió la gatita -Nada de eso.-Se rió Sopatrus-. Vamos a armar una carpa, acá tengo las mantas y cuando estemos adentro, encenderemos una fogata. Ya vas a ver, vamos a estar muy calentitos. -¿DDóondde aappreenddiste ttodo esto? -Mistófelis,-contestó Sopatrus- Yo soy un mercader, y como todos los mercaderes de Constantinopla, he aprendido mucho de los beduinos. -Los bedu… ¿Qué? -Los beduinos son unos pueblos árabes que viajan constantemente por el desierto. -Y ¿No paran nunca? -No. Van de lugar en lugar comprando y vendiendo. Viajan en camello y duermen en tiendas que arman con mantas. -Guau…digo miauuuu… viajan en camellos. Esa noche bajo las estrellas Mistófelis soñó con camellos altísimos que corrían por las arenas del desierto a toda velocidad.